El desarrollo del Colegio Alemán de Puerto Varas fue desde sus comienzos una historia de lucha constante, en que influyeron factores como las guerras europeas y el ambiente hostil que dichos conflictos generaron en el medio local, como también las tensiones que se vivían entre demócratas y monarquistas.
Apenas empezando el siglo XX, los habitantes de Puerto Varas y sus alrededores hicieron un esfuerzo económico para levantar una escuelita que pudiera cobijar a una treintena de niños, grupo que resultó muy heterogéneo en cuanto a la edad y al grado de conocimientos. Con la preocupación personal de Gustav Schminke se logró que un colono donara el terreno, otro la madera, otro las puertas y las ventanas. Dos colonos carpinteros cobraron $1.050 por construir la escuela, que quedó junto al lago, al lado donde vive actualmente la familia Frisch.
En 1910 la Escuela Alemana continuó funcionando en su segundo local, también frente al lago, en la casa que ahora ocupa la familia Apel, en Puerto Chico. Su director Paul Richling debió enfrentar, junto con los problemas propios de un colegio en formación y la difícil atención pedagógica, un ambiente hostil generado en el conflicto bélico que vivió la humanidad en aquella época. Difícil etapa que se agravó hasta 1924, cuando la matrícula apenas superaba una veintena de niños. El año 1925 se notó un interés por dar una enseñanza bilingüe a los niños y la matrícula alcanzó a 86 alumnos, con preparatorias completas y un curso de Kinder. En 1926 se compró el edificio que estaba ubicado en Vicente Pérez Rosales esquina Aconcagua, en el mismo terreno que hoy ocupa el colegio.
Tirantez de preguerra
Había llegado un nuevo director, Kurt Bauer, que le dio un gran impulso a las actividades escolares, aumentando, entre los años 1929-30, la matrícula a casi 200 alumnos. Desde los años 1931 a 1938, los años de la Pre Guerra Mundial, hubo dos directores alemanes: los profesores Gödicke y Walter Heitzelmann, que debieron afrontar la relativa tirantez que había entre los demócratas descendientes de alemanes y las ideas imperialistas de la Alemania de aquel entonces. Junto con el recordado presidente del directorio Fernando Binder, lucharon por mantener una matrícula que ostensiblemente se rebajaba. Ya cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, en 1939, la matrícula había bajado a 63 alumnos y Kurt Reinke asumía la dirección del colegio. Reinke se enamoró de Chile y de una hermosa chilena, Alida Schulz, y no volvió más a la madre patria, solo hasta el año recién pasado, cuando la emoción de ver a sus familiares y a esa tierra que lo vio nacer, le paralizó su gran y generoso corazón.
Pero vino la paz y el colegio empezó a recibir nuevos alumnos y a nuevos profesores. Para mi resulta muy emocionante referirme al año 1947, ya que ese mismo año empecé a trabajar en él: Reinke de director, Lahres de profesor de alemán, y yo, de profesor de castellano. Tres profesores, seis preparatorias, I año de Humanidades y …42 alumnos. En 1952 asumía la dirección Wolfgang Zedlitz y ya la matrícula subía a 100 alumnos. En 1954 y 1955 era presidente del directorio Walter Kahl y uno de los jóvenes profesores alemanes, Nolbert Klunker, asumía la dirección. Se creaba el tercer año de Humanidades (equivale a I Medio) y el colegio entraba a una etapa brillante de su historia, con una matrícula promedio superior a 200 alumnos y con los mejores porcentajes de promoción de los colegios de la provincia.
Unidad de profesores, alumnos y apoderados
En 1960 había 229 alumnos y el director era Hans Engels, un pedagogo alemán, casado con chilena, que siempre soñó con quedarse en Chile, pero que lamentablemente falleció en Alemania. Hans Engels fue muy paternal y logró una verdadera unidad entre profesores, alumnos y apoderados. Se le recuerda con cariño. Completaba este ambiente un tanto familiar, la labor eficiente y abnegada de Kurt Reinke, que pese a no ejercer la docencia, se desempeñaba como presidente del directorio. En esta época fui designado sub director del colegio, considerando las necesidades de mantener un directivo docente permanente que sirviera de nexo entre los directores que se iban y llegaban de Alemania.
El prestigio del colegio era reconocido por todos los círculos de la provincia y nuestros alumnos lograban siempre los primeros lugares en los colegios de continuación.
Esta brillante etapa continuó con la dirección sucesiva de Gerhard Müller, Horst Roux y Jörg Dohrmann, y en el directorio Guillermo Minte, Walter Kahl, Rudy Möller, Edwin Jürgens y Walter Perl. En el año 1968 se alcanzó la mayor matrícula de la historia del colegio: 235 alumnos. En esta época se construyó el edificio del internado y el nuevo edificio escolar, aunque este último no alcanzó a terminarse.
Tiempos duros
Vino la creación del Schulverband Llanquihue, especie de asociación de los colegios alemanes de la provincia, con la pretensión de crear una unidad educativa, con una dirección pedagógica central y una administración única. Nuestro colegio fue afectado profundamente, ya que le limitó la extensión escolar al 6° año básico y con el proyecto de bajar a 4° año. Los apoderados vieron la conveniencia de trasladar a sus pupilos a Puerto Montt y la matrícula de 233 alumnos en 1973, bajó a 122 en 1976.
Coincide esta infeliz circunstancia con el regreso a Alemania del director Dohrmann, ardiente defensor de la independencia de nuestro colegio.
Waldemar Böttger asumió la presidencia del directorio, dando cuenta que Alemania no enviará un nuevo director. Como yo desempeñaba las funciones de subdirector, pues desempeñaba el cargo fiscal de director provincial de educación en Puerto Montt, en 1977 se me ofreció la dirección del colegio, para lo cual debí renunciar a mi cargo fiscal.
Matrícula ascendente, más salas de clases
A contar de 1977 la matrícula adquirió un ritmo ascendente, hasta llegar a 225 alumnos en 1979. Se contrataron nuevos profesores, se crearon cursos parvularios y se le dio especial importancia a la enseñanza del alemán, creando grupos niveles. El directorio decidió demoler el antiguo edificio del colegio, con cuyo material se pudo dar término al edificio escolar, habilitando tres nuevas salas de clases, una sala de alemán, un laboratorio de ciencias naturales, el patio cubierto, el salón de actos en el internado, la sala de trabajos manuales, las canchas de fútbol, básquetbol, juegos infantiles, jardines interiores y exteriores. Se repararon las dependencias del internado y se pintó todo el colegio.
Esta situación de progreso e interés por el colegio, sirvió para que el Schulverband aceptara los puntos de vista de Puerto Varas y dio lugar a un nuevo proyecto: la creación de una dirección pedagógica provincial, a cargo del profesor Lechner y una subdirección con funciones de supervisión, a cargo mío. Al dejar vacante la dirección del colegio de Puerto Varas, se designó al profesor Ladislao Szalay, al mismo tiempo que por renuncia de Waldemar Böttger asumía la presidencia del directorio Humberto Smulders.
La dirección pedagógica provincial duró apenas un año. Cada colegio se sentía muy enraizado con su comunidad y no fue posible fusionar los intereses locales, que en cierta forma significaban la continuidad de una historia de servicio pedagógico que cada comunidad deseaba mantener.
Y, aquí estamos, nuevamente junto a nuestros queridos niños, que es lo que cuenta. Contamos con el respaldo generoso de los apoderados, un directorio preocupado por el progreso del colegio y un cuerpo de profesores de selección. Nuestro prestigio se mantiene y nuestros alumnos nos siguen dando satisfacciones en los colegios de continuación y más tarde en la vida profesional o del trabajo.
Se los cuenta un viejo maestro que ha vivido casi la mitad de la vida del colegio junto a él y que espiritualmente no se siente envejecer, ya que se renueva cada día en el contacto de bullicioso afecto, de tantos y tantos niños.