Cuerdas en la Fundación Beethoven
En la Temporada Internacional de Conciertos Fernando Rosas de la Fundación Beethoven, pudimos apreciar el valor de un conjunto de cuerdas venido desde Viena, con un repertorio muy diferente a lo usual, que no obstante permitió aquilatar su musicalidad.
En junio se presentó Wiener Kammersymphonie, formado por un cuarteto de cuerdas más contrabajo, junto a la extraordinaria violinista italiana Francesca Dego.
Este quinteto se especializa en realizar o encargar arreglos de obras para orquesta, adaptándolas para los cinco instrumentos; en relación a esto estimamos que los resultados son dispares, puesto que algunos resisten mejor la reducción, mientras que otros resultan demasiado despojados en timbres y colores, perdiéndose en general el espíritu con que fueron compuestos.
Así fue lo que ocurrió con la bellísima y dramática Obertura Coriolano de Ludwig van Beet-
hoven, que solo en las partes de acordes unísono logra algo del sentido dramático de la obra. En el resto se pierden frases esenciales y lo más importante, el dramatismo que conlleva. Lo anterior no tiene nada que ver con la solvencia de los intérpretes, que muestran gran virtuosismo.
Luego vinieron dos obras que resisten mucho mejor los arreglos para quinteto de cuerdas. Nos referimos a dos conciertos para violín de Wolfgang Amadeus Mozart, en los que participó igualmente Francesca Dego.
Escuchamos enseguida los conciertos para violín Nº 3 en sol mayor y el Nº 4 en re mayor, en los que sobresalió el bellísimo sonido de la solista, que se suma a su prestancia escénica y belleza personal.
En perfectos diálogos con el conjunto, Dego expuso su enorme musicalidad sobresaliendo su manejo del fraseo y exquisitez en articulaciones. Hacemos mención que ambas obras se abordaron en forma diferente, el Nº 3 en forma más liviana y con más peso y énfasis expresivo el Nº 4 siendo las cadenzas de ambos conciertos abordadas brillantemente, con destreza en las dobles cuerdas, y con gran claridad en sus melodías, agregando un sutil manejo del pizzicato en las cadenzas del cuarto concierto.
Sus movimientos lentos mostraron expresividad y un bello cantábile, mientras que con carácter a veces virtuoso se abordaron los movimientos finales. Sin duda estas obras fueron las que lograron el mayor reconocimiento del público.
Finalizaron con otro arreglo, ahora con una obra escrita primero para piano, luego orquestada por su propio autor, para finalmente terminar como quinteto de cuerdas; se trata de los Märchenbilder (Imágenes de cuentos de hadas) de Erich Wolfgang Korngold, compositor bastante conocido por su música para el cine.
Ante los requerimientos del público ofrecieron dos encore que encendieron a los presentes, primero un Kreisler y luego Relámpagos y Truenos de Johann Strauss.